El gesto procaz de Cristina Kirchner: un exabrupto que mancha un día histórico

185

 

Puede haber sido el símbolo del fin de una época… o tal vez tan solo el comienzo de una nueva resistencia que ya Cristina Kirchner preanunció que librará desde el Instituto Patria, apenas a doscientos metros del Senado de la Nación, en el que fue ama y señora durante estos últimos cuatro años.

Hasta los últimos minutos antes de que se extinguiera su mandato de vicepresidenta se mostró como una anfitriona poco cordial, especialmente con el presidente saliente, Alberto Fernández, pero también con Javier Milei, al excederse en sus atribuciones a la hora de los juramentos, toquetear el bastón de mando, que ya el nuevo mandatario tenía entre sus manos, y al desubicarse cuando le ordenó al flamante mandatario “tenés que firmar acá”.

Pero lo peor de todo sucedió a su llegada al Congreso. El gesto grosero del “fuck you” que Cristina hizo, al elevar y zaradandear varias veces su dedo anular derecho, como respuesta a insultos y gritos destemplados de ignotos manifestantes, no solo la degrada a ella en lo personal como persona y como mujer, sino que habla pésimo de su nulo temple como política avezada y –lo peor de todo– avergüenza a las instituciones a las que representó dos períodos como presidenta de la Nación, uno como vice y varios más como legisladora.

Resulta doblemente grave que su obsceno gesto se haya producido en el contexto de una transmisión del mando presidencial y en el día que se celebran los cuarenta años de vigencia continua de la democracia en la Argentina. Una manifestación de tan bajo calibre por parte de una alta funcionaria del Estado, como la que protagonizó CFK, mancha una jornada histórica y de alegría popular como la que estamos transitando.

No es una novedad que, a lo largo de su carrera pública, Cristina Kirchner ha tenido infinidad de actitudes descomedidas y arranques abruptos como aquel “Vamos por todo” que bramó a sus acólitos, desde el Monumento a la Bandera, en Rosario, cuando estaba en la plenitud de su poder. Esa pose de adolescente tardía rebelde que tan poco encaja con las formalidades de los altos cargos que le ha tocado desempeñar ha sido una constante en su trayectoria, que no cabe duda también contribuyó a la notable derrota electoral que sufrió Unión por la Patria recientemente.

Pero nunca había llegado a un extremo de tal procacidad, tan gratuito e innecesario, como el de hoy. Se espera de las dirigencias que tengan comportamientos ejemplares que inspiren a la población como modelos a seguir; no que la avergüencen.

A nadie le gusta que lo insulten, eso está claro, pero se supone que quien está tan expuesto y observado por el relevante cargo que ocupa, no puede responder con la misma moneda. Tiene que contar hasta diez y seguir adelante, como si nada hubiese ocurrido, con la sabiduría y la paciencia que tienen los grandes.

Por el contrario, se pareció a uno de aquellos luchadores de catch de Titanes en el ring, que les tocaba hacer el papel de malos y que se agarraban con el público haciéndoles malas caras y gestos amenazantes. Una triste despedida para alguien que no merecerá ser recordada como estadista. (lanacion.com)