«Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban» (Hechos de los Apóstoles 2, 1-2).
Así como aquel día en Jerusalén, el domingo 8 de junio el Espíritu Santo volvió a hacerse presente con fuerza en Laguna Naineck, donde se celebró un multitudinario y emotivo encuentro de Pentecostés que reunió a más de 200 jóvenes Naineckenses y de comunidades vecinas como Laguna Blanca, Buena Vista, Siete Palmas y Pastoril.
La jornada comenzó a las 7:30 de la mañana con el recibimiento de los jóvenes en la Capilla Histórica. Luego, todos se trasladaron a la plaza central donde, como símbolo de la luz de Cristo resucitado, se encendió el Cirio Pascual. Desde allí, con cantos, danzas y alegría, los peregrinos caminaron hasta el Templo Jubilar, marcando el inicio de un día pleno de actividades espirituales y recreativas.
Durante toda la jornada, los jóvenes reflexionaron, compartieron juegos, cantos y espacios de fraternidad, acompañados por catequistas, animadores, servidores y el coro. También contamos con la presencia del seminarista Matías, quien animó a los presentes a abrir el corazón al Espíritu.
El cierre fue con la Santa Misa, presidida por el Padre Lucas y el Padre Marcelo, un momento profundo de encuentro con Dios y de acción de gracias por todo lo vivido.
El Espíritu Divino se derramó con fuerza, dejando huellas de fe viva en cada uno de los participantes. Una vez más, se vivió la promesa de Jesús: “Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos” (Hechos 1, 8).
Una celebración que encendió los corazones y renovó el compromiso de los jóvenes con la misión y la alegría del Evangelio.