El traspaso que fue un papelón: cuando Cristina no le quiso entregar a Macri la banda y el bastón presidencial

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La imagen institucional no se pudo registrar el 10 de diciembre de 2015, después de que fracasaran las negociaciones en una tensa transición

El clima en el despacho de Amado Boudou en el Senado era poco menos que irrespirable aquella noche del 9 de diciembre de 2015, a sólo horas de la asunción como presidente de Mauricio Macri y de la despedida de Cristina Kirchner.

-Andresito, pasame ese vaso, chicaneaba Sergio Berni, ministro de Seguridad saliente, con sus pies calzados con borceguíes desparramados sobre la mesa de negociación y ante la sonrisa cómplice del vicepresidente y el camporista Eduardo “Wado” de Pedro.

-No soy Andresito, mi apellido es De Andreis, contestaba el entonces funcionario porteño, que unas horas después asumiría como secretario general de la Presidencia, ubicado allí junto al senador electo Federico Pinedo, de buen vínculo con Boudou, quien utilizaba toda su diplomacia para que la situación no se desmadrara.

Aquellas semanas de discusión interminable y tediosa por el traspaso de los atributos y la jura del nuevo Presidente, que Cristina Kirchner pretendía se realizara en el Congreso y Macri en la Casa Rosada, se terminaron cuando José Torello, apoderado partidario y amigo del presidente electo, apareció raudo en aquella reunión tensa con el fallo de la jueza electoral María Servini, que sobre la hora declaraba terminado el mandato de Cristina a las 0 horas del 10 de diciembre. Dictada la ley de acefalía, asumiría Pinedo como presidente provisional del Senado por 12 horas, y luego sí, Macri juraría como presidente ante la Asamblea Legislativa.

“Cuando llegó la definición judicial, ellos se enojaron y nosotros nos fuimos. No había nada más que hablar”, cuenta Pinedo, ocho años después de aquel traspaso traumático, que evidenció como pocas veces la grieta que dividía al país, con el kirchnerismo derrotado en las urnas en disputa con el naciente gobierno de Cambiemos. Con Cristina ausente, y jurando ante legisladores, funcionarios e invitados especiales en el Congreso, Macri comenzaba el 10 de diciembre sus cuatro años en el poder.

“Miren que no puedo hablar mucho porque a las doce me convierto en calabaza, así que no me hagan hablar mucho. A las cero horas…”, gritó la presidenta saliente, en medio de una desafiante demostración de fuerza, ante una multitud, en una repleta plaza de Mayo en la noche del mismo miércoles 9, en su último discurso público y en plena pulseada final con Macri y el gobierno entrante. Cristina hizo aquel discurso ante una multitud en el que la emprendió contra los medios y las “corporaciones”, y profetizaba con sarcasmo que Macri tendría “todo a favor” por su cercanía con esos sectores.

Según recuerda uno de sus colaboradores de aquellos días, que aún hoy sigue a su lado, “había diferencias en lo que tenía que ver con materializar el acto de traspaso. Lo único que ella pretendía era que Macri jurara en el Congreso, como correspondía, y no en la Casa Rosada. Visto desde hoy, lo que pasó queda como una simple anécdota”, se despacha el vocero, aunque agrega que el inminente traspaso del presidente Alberto Fernández a Javier Milei se va a hacer “como se tendría que haber hecho aquella, en el Congreso”, como modo de justificar aquella negativa.

Según recuerdan testigos cercanos a Macri, en la discusión de aquel 9 de diciembre en el despacho de Boudou, los kirchneristas insistían en que Cristina “dejaría los atributos y se iría” sin dárselos personalmente a Macri, con la clara intención de evitar la temida foto, que podría ser vista como una escena de capitulación o derrota en manos de su enemigo íntimo. “No aceptábamos esa postura, y por eso Torello hizo la presentación ante Servini”, relatan desde el entorno del hoy expresidente.

Luego del ajustado triunfo de Macri sobre Daniel Scioli en el balotaje del 22 de noviembre, los mecanismos para acercar a las partes, distanciados por peleas constantes durante años, habían resultado insuficientes. Hubo una reunión a solas entre Macri y Cristina, el 24 de noviembre en la quinta de Olivos y pedida en principio por el líder de Pro, que terminó de la peor manera. “No valió la pena”, dijo Macri a la salida a los canales de televisión, frustrado por la falta de avances en la negociación.

Cerca de Cristina recuerdan que, durante la charla, la entonces presidenta le reprochó a Macri que “quería meter a los medios de prepo en la quinta”, algo que finalmente no se concretó. Mientras uno de sus colaboradores, Federico Suárez, daba explicaciones a la prensa en la salida de la calle Villate, Macri partía junto a su vocero Iván Pavlosky por la avenida Libertador, con la sensación de haber perdido el tiempo. “Habló solo ella”, le dijo entonces Macri a sus íntimos, como resumen de una visita que duró por más de media hora y en la que las divergencias personales ganaron, otra vez, la partida.

“Me acuerdo que en las horas previas Cristina hizo renunciar a todos los secretarios, subsecretarios, a todos. No había a quien tocarle el timbre”, recuerda con gracia Pinedo sobre aquellas últimas horas del gobierno kirchnerista, luego de doce años de administraciones de ese signo político.

Luego de las discusiones mediáticas y judiciales, Macri llegó al Congreso en el mediodía del 10 de diciembre. Sin rastros de su antecesora, y de la mano de su esposa Juliana Awada, Macri ingresó al recinto de la Cámara de Diputados y aguardó que Gabriela Michetti jurara como vicepresidenta ante el propio Pinedo, para luego recitar la fórmula de juramento como nuevo presidente. Por orden de la ex presidenta, la mayoría de los diputados y senadores del Frente para la Victoria dejaron sus sillas vacías mientras el flamante presidente daba su discurso, de 29 minutos, en el que apelaba al “diálogo” y contra los “enfrentamientos inútiles”.

Una pequeña hendija se abría en el hasta entonces férreo esquema kirchnerista: algunos representantes de provincias como Salta, Tucumán y Santiago del Estero desoyeron la orden y estuvieron en la jura.

Desde el Congreso, Macri partió hacia la Casa Rosada para culminar con los pasos formales. Fue una ceremonia de poco menos de ocho minutos, en la que Pinedo, ya como presidente provisional del Senado, le entregó finalmente la banda y el bastón. En el salón Blanco lo aplaudían su padre Franco, presidentes extranjeros afines como el colombiano Juan Manuel Santos, y otros mucho más cercanos a Cristina, como el ecuatoriano Rafael Correa y el boliviano Evo Morales, con quien de todos Macri intercambió alguna broma futbolera cuando bajó del estrado.

Luego, a instancias de Pavlosky y su flamante jefe de gabinete, Marcos Peña, decidió salir a saludar a los simpatizantes que lo aguardaban en Plaza de Mayo. “Hoy estamos acá gracias a ustedes. Ojalá podamos siempre pensar distinto pero trabajar juntos. Esto lo hacemos todos juntos”, dijo el ya presidente desde el histórico balcón, emocionado y minutos después de recibir, de manos de Pinedo los atributos que la presidenta saliente Cristina Kirchner se negó a entregarle el mismo día en que culminó su segundo mandato constitucional. (lanacion.com)