La situación expone los privilegios de una persona que se ufana en las redes de su inexplicable derrotero patrimonial y lujos con un sueldo de empleada pública del CD de Ibarreta. Habría que iniciar una investigación pero para eso se necesitan garantías y quien se atrevería a denunciarlo en Ibarreta. Solo de manera anónima para no exponerse a las represalias en una provincia en donde pocos se animan a ponerle «El cascabel al gato».
En la localidad de Ibarreta la bronca e indignación estallaron al trascender el nombramiento de, Milagros Alvarenga, la pareja 50 años menor del diputado gildista, Armando Felipe «Papacito» Cabrera, como «asesora general» del Concejo Deliberante de esa ciudad.
Aquellos municipales que hasta el momento no tienen una relación laboral estable de años, dijeron que la abogada no está nunca en Ibarreta por lo que mal podría ser «asesora general».
El instrumento legal tiene retroactividad al 01 de septiembre del 2023 y corresponde a la categoría 24 del escalafón general administrativo y técnico, siendo la categoría más alta en ese cuerpo para empleados.
Hace unos días, Alvarenga, que disfruta compartir sus viajes por Europa en su Instagram sin que puedan justificarse con un sueldo de empleada del concejo deliberante de Ibarreta esos gastos, compartió una foto en España, más precisamente en Salamanca aparentemente asistiendo a un curso.
El documento fue refrendado por el presidente del Concejo Deliberante que obedece ciegamente a las órdenes de Cabrera el 11 de setiembre del año pasado, sin embargo la suerte que no tienen los empleados de años en Ibarreta, no le alcanzan a la asesora para justificar sus viajes al exterior.
La situación nuevamente pone de relieve los privilegios de una persona que no disimula para nada el inexplicable derrotero patrimonial y de lujos que por supuesto no podría darse, tan solo con los ingresos como empleada pública. Habría que iniciar una investigación pero para eso se necesitan garantías y quien se atrevería a denunciarlo en Ibarreta. Solo de manera anónima para no exponerse a las represalias en una provincia en donde pocos se animan a ponerle «El cascabel al gato». (EL COMERCIAL)