Golazo de Cavani, blopper para Merentiel y bautismo de Saralegui: Boca goleó a Banfield para acercarse al líder Huracán

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Tenía algunas cuentas pendientes Boca. Completar este partido de la séptima fecha y reencontrarse con la victoria, después del descolorido empate ante Instituto en Córdoba y el tirón de orejas de Juan Román Riquelme. Le quedará para otra oportunidad, sin dudas, mostrar un rendimiento sostenible. Le alcanzó con una genialidad de Edinson Cavani y el instinto depredador de Miguel Merentiel, que aprovechó un error no forzado. Liquidó el partido con los goles uruguayos y en el final, Jabes Saralegui le clavó otro puñal a una pobrísima versión de Banfield, carente de jerarquía, para el 3-0 definitivo en La Bombonera.

Boca tiene dos ritmos, pero le cuesta mover la caja de cambios para encontrar la velocidad justa. Por definición, es un equipo que adormece con la pelota. Acumula pases –casi 300 en el primer tiempo- y su juego es demasiado lento. Hasta que acelera, claro. Entonces, es disruptivo. Especialmente, por sus laterales. El principal problema es que pasa más tiempo en punto muerto que en sexta.

Empezó a despegar por las bandas Boca. Con Luis Advíncula, esta vez más profundo que Lautaro Blanco, y dos intérpretes que le dieron otra fisonomía al conjunto, muy a pesar de sus características innatas. El 4-4-2 que plantó Diego Martínez tuvo a Exequiel Zeballos en una posición que nunca había experimentado en su breve carrera.

El Changuito se movió detrás de los centrodelanteros, suelto, casi como un enganche que formó la punta de un rombo. En el otro extremo se paró Pol Fernández, que no estuvo estático. Por el contrario, fue salida y se ofreció para conectar. A los costados, dos mediocampistas de diferente estilo como internos. Tomás Belmonte, más dinámico aunque impreciso en esos cuarenta y cinco minutos iniciales, y Agustín Martegani.

El volante que llegó desde San Lorenzo tiene técnica y por eso se hizo cargo de las pelotas paradas. Intentó armar un buen circuito por adentro con Zeballos, el más movedizo, que se movió por todo el frente de ataque. La idea estaba clara, liberar las bandas para los laterales y enhebrar un buen tejido con Miguel Merentiel y, sobre todo, Edinson Cavani.

El astro uruguayo mostró toda su categoría en el gol que abrió el partido. También, sacrificio porque colaboró en la recuperación. Su definición fue propia de un fuera de clase. Llegó el desborde de Advíncula y Cavani, de espaldas, hizo rebotar la pelota contra el césped para poder girar y sacudir ante la incrédula mirada de Gabriel Aranda y la estéril volada de Facundo Sanguinetti.

Banfield mostró muchísimas dificultades. Prescindió de la tenencia, una clara estrategia, pero recuperó muy poco. Y cuando logró hacer uso de la pelota, dependió demasiado del ingenio de Ignacio Rodríguez. Buscó ser profundo a bordo del 4-1-4-1, pero no desequilibró. Y la mejor situación que produjo fue en el último instante del primer tiempo, a través de un tiro libre que bajó Aranda y que Mauricio Roldán no resolvió con pericia en las narices de Sergio Romero.

En el segundo tiempo, Banfield intentó adelantar sus líneas. Subió Braian Galván más cerca de Roldán. Sin embargo, se pegó un tiro en el pie por otra distracción de Aranda, que salió jugando con la pelota dominada y como no tenía receptor, se dio una media vuelta y jugó atrás para su arquero. Sin levantar la cabeza, no observó a Merentiel, que interceptó el pase, eludió a Sanguinetti y definió con el arco a su merced.

Un instante antes había entrado Matías González en lugar de Marcos Echeverría con la esperanza de hallar un socio para Nacho Rodríguez, una luz en el medio de la oscuridad visitante.

El regalo de Aranda cerró el trámite. Consciente de que se viene una seguidilla que incluye a Cruzeiro en la Copa Sudamericana, Martínez empezó a cuidar titulares y renovó energías con los ingresos de Nicolás Figal en el arranque del complemento, más Milton Giménez, Jabes Saralegui y Lautaro Di Lollo en reemplazo de Marcos Rojo, Cavani, Zeballos y Advíncula. Eso sí, el esquema no se modificó.

Boca cedió la posesión y Banfield se animó con Gerónimo Rivera. A falta de diez minutos, Munúa apostó a un “9” puro como es el caso de Bruno Sepúlveda. No obstante, su mejor cara estuvo en la pelota parada, más allá de que no pudo aprovechar su supremacía en el juego aéreo.

Y Saralegui, después de otra desinteligencia defensiva de Banfield en un lateral, aprovechó el tiro del final para darle formato de goleada a un partido en el que a Boca le sobró contundencia, pero le faltó brillo. Al Toto Lorenzo poco le importaría bajo un lema que prima en Boca y casi todo el fútbol: “Si quieren chiches, vayan a la juguetería”. (CLARIN)