El capellán de la Policía de la Provincia de Formosa, el franciscano Comisario Fray Salvador Miguel Gurrieri, murió este miércoles.
El querido sacerdote se desempeñaba como capellán de la Policía de la Provincia y lo fue de la Policía Federal.
Nacido en Rosario el 6 de septiembre de 1929, Fray Salvador ingresó a la Orden Franciscana en 1947 y el 1 de agosto de 1954 fue ordenado sacerdote. Durante su ministerio ocupó diversos servicios, tan disímiles como fructíferos: de cuidar la estancia franciscana en Laishí pasó a integrar el Gobierno de la Orden, en Roma.
La Catedral lo tuvo como párroco durante 11 años y se hizo conocido por sus misas para los niños, en las que siempre remataba sus homilías con un chiste que encerraba una gran enseñanza.
Por otro lado, el sacerdote por decisión del Gobernador Gildo Insfrán, hace 17 años era capellán de la Policía de la provincia.
El cura tenía 25 años cuando se ordenó en Santa Fe y en los 60, sus superiores lo trasladaron a la Misión San Francisco de Laishí porque el sacerdote a cargo falleció.
Gurrieri aclaró en su momento «estoy feliz de estar en Formosa» y contó que hace unos años fue nombrado ciudadano ilustre en la localidad de Laishí, porque «estuve muchos años y tengo muy buena relación con toda la gente de ahí».
«Ahí había una misión indígena, yo fui muy cordial con ellos, los trataba con mucho cariño y ellos me trataron muy bien siempre, así que estoy muy contento de haber estado allí», había indicado.
Además, Gurrieri también había expresado que «su fuerte» era la administración, porque si bien se hizo franciscano «para no ver plata», lo mandaron a administrar una estancia de 8 mil hectáreas con más de cuatro mil animales a cargo. «Entonces, me hice experto en ese sentido»; y luego manifestó: «Soy polifacético porque hago de todo un poco».
El cura era reconocido por generaciones de formoseños por su buen humor y simpatía. Eran tradicionales las misas a las 10 horas que celebraba en la Iglesia Nuestra Señora del Carmen, la Catedral, siendo párroco. Se trataba de la misa de niños, y el «gancho» para mantener la atención de sus pequeños feligreses, siempre fueron las anécdotas o cuentos, durante la homilía.
Con ese estilo, descontracturado, en los años 80, conquistó a los más chiquitos que tenían que asistir a misa, en la preparación de su Primera Comunión.
Salvador Gurrieri sorteó con éxito varias internaciones hospitalarias, luego de graves problemas de salud, pero nunca perdió el buen humor. Su distintivo. (EL COMERCIAL)