La carita de Gallardo no necesitaba subtitulado ni traducción. El entrenador de River parecía morderse los labios, y acaso algo de eso había en la procesión por dentro del Muñeco, que fue mutando de un conformismo inicial a un fastidio reprimido allá por el final del primer tiempo, cuando su equipo no tenía nada de su sello distintivo y era, literalmente, un concierto de imprecisiones, desprolijidades y errores de amateur. Lo dicho, River pisó el Bosque con autoridad, dominó los espacios y la tenencia del balón, obligaba a Gimnasia a retroceder tapando agujeros y tenía el monopolio del terreno. Eso sí, en ese tramo inicial no generó situaciones, más allá de aproximaciones prometedoras, y una media vuelta de Lanzini que le quedó alta para poder pegarle bien.
A partir de los 15 ó 20 minutos, el Lobo fue presionando mejor, tapando a los receptores y desde ahí animándose a jugar. Fue un cambio de dominio paulatino pero constante, si brusquedades ni golpes de timón, pero cada minuto que pasaba el local se hacía más fuerte y empezaba a presionar sobre Jeremías Ledesma. Párrafo aparte para el arquero suplente del Millo: más allá del tapadón sobre el tiro lejano de Martín Fernández (volante central uruguayo que apenas llegó al Lobo y tuvo un buen partido) que manoteó al córner, demostró un gran dominio del área (en este sentido un gran punto a favor por sobre Armani) y se mostró muy seguro en cada intervención. Para seguirlo…
A Gimnasia le faltó resolver mejor las situaciones que fue generando por presión y por insistencia, aprovechando la mala praxis de los mediocampistas de River (desconocidos Nacho y Lanzini) y la falta de sintonía fina de Solari y Bareiro. La mejor jugada que fabricó el Lobo (presión y pase profundo de Castro, desborde y centro perfecto de Zalazar, gran definición de Benja) la anuló el línea (aval del VAR mediante) por offside milimétrico. Seguramente, una formación de River con muchos suplentes y varios jugadores sin continuidad, atentó contra el funcionamiento colectivo, pero hubo actuaciones individuales de alarma.
Por eso se entiende que el Muñeco hiciera cirugía mayor en el entretiempo. Adentro Meza, Mastantuno y Villagra, y el cambio de esquema (del 4-3-1-2 al 4-2-3-1) lo paró mejor. Después, las individualidades hicieron el resto. Meza limpió para Peña, que de primera habilitó a Mastantuono, y su centro encontró a Nacho que con un toque suave liquidó a su ex (y próximo) club. Gimnasia pagó el no haberse subido al bondi a tiempo, y ahora quedaba a pie y en ojotas.
Pero tampoco River aprovechó su momento. Otra vez le faltó continuidad, no supo aprovechar los espacios ante un Gimnasia necesitado de buscar el empate, y poco a poco, otra vez, el equipo de Méndez, con personalidad y coraje, lo fue metiendo contra su arco. Clave la valentía del entrenador uruguayo del Lobo para meter a un nueve de área (el chico Santino Primante) y con un 4-2-4, con dos tanques y dos por afuera (Benja y Abaldo) fue con decisión a buscar el empate, y lo encontró, en un centro preciso de Colazo (siempre le da algo al Lobo), con un González Pírez fuera de posición, con Funes Mori que fue sobre Primante y un Casco que no cerró, para que Rodrigo Castillo, que hizo Inferiores en River, pusiera el empate que le caía mucho mejor a lo que fue el desarrollo del partido.
De ahí al final, pudo ser para cualquiera, pero el local quedó mejor parado y en un par de chances de Domínguez y una al final de Abaldo pudo haberse llevado algo más, aunque el empate le queda bien a los dos.
La carita de Gallardo se quedó en muecas, aunque alguna sonrisita se le dibujó en el ST. Porque el arquero le respondió, porque el doble cinco Villagra-Peña camina, porque Meza seguramente le dé mucho en el futuro cercano, y porque los pibes Mastantuono y el Diablito son oro en polvo. Será cuestión de ir encontrando las otras piezas hasta que aparezca la verdadera cara del equipo del Muñeco. (ole.com)